La cabeza explosiva de Emilia

Emilia había empezado un nuevo trabajo de noche en un restaurante, y salía de trabajar antes que naciera el sol. Su cerebro aún se estaba acostumbrando al desvelo, y la larga caminata a su casa no ayudaba. Por el momento, la peor parte era intentar conciliar el sueño mientras el mundo entero parecía estar despertando. A regañadientes tuvo que trasladar su habitación a un dormitorio libre que estaba en el piso de arriba, lejos del ajetreo y el bullicio de la calle. Y por el momento, eso le estaba ayudando.

Un día, mientras dormía escondida del mundo debajo de su manta, una voz que extrañamente se parecía a la de ella la despertó gritando un nombre que nunca había escuchado antes ... "¡Marlon!" Volvió a dormir con ese extraño nombre en su mente. Esa noche, en el trabajo, miró con curiosidad a sus compañeros para ver si podía encontrar ese nombre en una de sus etiquetas. No pudo encontrar ninguno.

Ese mismo día en su casa, aproximadamente una hora después de haberse quedado dormida, un fuerte ruido, como algo que hubiera caído al suelo la despertó. Sobresaltada, bajo rápidamente las escaleras para ver de dónde venía ese sonido, pero descubrió que todo estaba en su lugar.

No había nada fuera de orden. Desconcertada, volvió a subir las escaleras, pero siguió despertando durante toda la noche, todavía preguntándose de dónde podría haber venido ese sonido. Esa noche llego a su trabajo muy cansada, pero aliviada que el próximo día tenía libre.

Estaba casi dormida cuando llegó a casa después de su turno. Vacilante, se dirigió a su cama, esperando poder dormir bien ese día. Se dejó caer sobre la cama y cerró los ojos. Sin embargo, tan pronto como lo hizo, un ruido sordo en los escalones la despertó. Sus manos apretaron fuertemente a su manta mientras se preguntaba qué podría haber hecho ese sonido. Temblando de miedo, se levantó de la cama y se arrastró hacia la puerta. La abrió y no encontró nada en la escalera.

Asegurada que su mente le estaba jugando una mala pasada, se calmó antes de intentar dormir de nuevo. Cerró los ojos y se quedó dormida durante aproximadamente una hora antes de que otro golpe mucho más fuerte en las escaleras la despertara de nuevo. Fue a revisar la escalera, tal como antes, no descubrió nada allí y de inmediato se volvió a acostar en su cama. Ni pasaron 20 minutos de haberse quedado dormida se desarrolló el mismo escenario.

Cansada de la farsa, recurrió a Internet para encontrar algún remedio y se encontró con un artículo que hablaba sobre el síndrome de la cabeza explosiva, que es donde las personas bajo estrés extremo a menudo se despiertan con ruidos fuertes. Esto la alivió, y después de no poder dormir decidió ignorar esos molestos sonidos. Ella recostó su cuerpo en esa cama una vez más, y poco después de quedarse dormida comenzó a escuchar esos fuertes golpes de nuevo. Ella siguió ignorándolos a pesar de que parecían cada vez más ruidosos. No fue hasta que escuchó la puerta abrirse de golpe que abruptamente abrió sus ojos ... y notó que la puerta todavía estaba cerrada, tal y como la había dejado.

Ya harta, decidió que no importaba qué ruidos imaginarios se hicieran en su cabeza, no abriría los ojos y dejaría que su cuerpo finalmente descansara. Y el cuarto estuvo silencioso, por un rato. Un poco demasiado silencioso. Escuchó con atención para asegurarse de que el silencio no se rompiera, y mientras se concentraba pensó que había escuchado una respiración pesada. Luego abrió los ojos y vio a un hombre que se cernía sobre ella, con los ojos profundamente fijos en ella, con una pistola en la mano y un trozo de vidrio roto en el brazo.

El último sonido que Emilia escuchó en su vida fue el de una bala que le penetró el cráneo.

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